Ermita de Nuestra Señora de la Natividad

Este templo, erigido a mediados del siglo XVII (1643-1653) y comúnmente conocido como la Ermita de la Virgen, se edificó en el solar que ocupó del primitivo templo parroquial de Méntrida. Concluidas las obras del nuevo templo parroquial de San Sebastián, se planteó la necesidad de acondicionar la vieja iglesia de Santa María, que amenazaba ruina. Prevaleció la alternativa de derribar el edificio y construir uno nuevo en su lugar, confiando la obra a Francisco de Mora, que levantará un edificio de estilo arquitectónico barroco desornamentado, heredero del herreriano.

Posee planta basilical, apuntando a cruz latina. Presenta líneas muy armoniosas y proporcionadas, que confieren al conjunto un aire de robustez, sobriedad y sencillez notables. La fábrica es de ladrillo y piedra de sillería en sus esquinales, con muros exentos de elementos decorativos. Consta de una sola nave con bóveda de cañón, cúpula con chapitel y espadaña con campanillo. La nave presenta una clara influencia herreriana; tiene una longitud de 22’4 metros y una altura de 9’4 metros, siendo su anchura de 7’45 metros.

Del interior de la Ermita cabe destacarse por la riqueza decorativa el retablo mayor del presbiterio, en cuyo centro se ubicó la imagen de la Virgen de la Natividad. Se trata de un retablo de traza neoclásica, si bien con elementos arquitectónicos y ornamentales cargados de barroquismo.

Adosado al ábside del templo se encuentra el camarín de la Virgen, que consta de una pequeña sala cuadrangular construida y decorada medio siglo después de la ermita. Hay en su interior un interesante conjunto pictórico, en el que destacan las pinturas de 1699 que recogen diversas escenas de la célebre romería de San Marcos y la ceremonia del encuentro, así como una idealización de la aparición de la Virgen al cabrero Pablo Tardío en Berciana. Estas escenas, realizadas al óleo directamente sobre el enlucido del muro, han sido recientemente restauradas. Poseen un gran valor documental, pues retratan con detalle los usos y costumbres de finales del siglo XVII, muchas de los cuales mantienen su vivencia.